martes, 20 de septiembre de 2011

EL HOMBRE-CORAZON DE CINCO COLORES

Apareció ante un gran público como un gran corazón, pintado de cinco colores. Dio una y varias vueltas, en silencio, sin decir ni hacer nada. Todos estaban admirados, preguntándose qué querría decir. El hombre miraba a la gente y la gente le miraba a él. Tras varios minutos de silencio total, ese personaje abriendo sus brazos, dando una vuelta completa sobre si mismo, dijo en alta voz, con emoción y gozo: " Soy hombre- todo corazón. Quiero amar a los cinco continentes y a toda su gente". El público entendió el mensaje. Todos, grandes y chicos, se identificaron con aquel hombre. Un aplauso cerrado fue la respuesta.
Esta escenificación nos recuerda a todos, a cada bautizado que nuestra vida ha de ser amor a todos: a los de cerca y a los de lejos. Tenemos que ser personas-corazón. Nuestra alma ha de ser tan hermosa que sea un verdadero arco iris. Ha de tener los cinco colores: azul, amarillo, blanco, rojo y verde. Somos, pertenecemos a Cristo. Los cinco continentes son nuestros. No para admirarlos o considerarlos lejanos. Nuestra fe, nuestro amor han de llegar hasta el último rincón del mundo, queriendo que ¡todos conozcan a Jesús y le amen, y de esta manera sean felices y se salven!
Recordemos que desde el Día-Acontecimiento: desde nuestro Bautismo, Jesús nos confió la tarea más hermosa y transcendental: colaborar con El en la Salvación del mundo entero.
Cada día nuestro corazón se tiene que ensanchar, modelándose al estilo del de Jesús. Es el amor, nuestro testimonio de vida cristiana, el afán por abarcar a todos, rezando por  los de cerca y los de lejos, lo que nos hace católicos de verdad. Nuestra alma ha de asumir cada día los cinco colores, empeñada en ir sembrando nuestra fe en cada continente, en cada país, en todas y cada una de las familias, en cada persona.
Es cuestión de práctica. Día tras día, nos hemos de universalizar, empezando por nuestro corazón, sumergiéndonos de lleno en el Corazón de Cristo Jesús. Todo esto lo hace realidad el Espíritu Santo si nosotros fomentamos la oración y nos aficionamos a ofrecer, cada día, nuestros trabajos y sufrimientos, unidos a los de Jesús.
Al final, cuando nos presentemos ante Papa-Dios, lo hemos de hacer en figura de corazón, luciendo un alma bella con cinco colores. Ese es nuestro modo de asegurar nuestra entrada triunfal en el Cielo.- 

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