lunes, 8 de noviembre de 2010

KIM AGATA, MAGNIFICO TESTIMONIO

       Extraño nombre ¿ No es verdad ? No se admire porque es un nombre oriental. Nada menos que de Corea. Es allì, en aquel rincòn nor-oriental de Asia, donde nos hemos de situar para comprender la historia de Kim y su esposo. Todo sucediò en los primeros años del cristianismo en esa naciòn, alejada geogràficamente pero cercana por ser algo muy nuestro: hermanos nuestros en la Fe.
   Kim Agata y su esposo entregaron su vida a Jesùs, tan pronto como la Palabra de Dios resonò en su corazòn. Al poco tiempo de bautizarse - estamos en el año de 1.866 - se desatò una violenta persecuciòn contra los que querìan seguir este Camino.
El esposo de Kim fue martirizado por no renunciar a Jesùs, mientras que Kim recibiò ochenta latigazos como advertencia de lo que harìan con ella si no renunciaba a su fe.
Se quedò sola, sin nada. Sus familiares màs cercanos como los de su esposo se desentendieron de ella, por miedo a las represalias del gobierno.
Kim era catòlica valiente, tan convencida del Amor de Jesùs que decìa a todos : " Durante 43 años recè diariamente mis oraciones y tambièn el santo rosario, hasta que se me rompiò, pero lo seguirè rezando sirvièndome de mis dedos en lugar de las cuentas "
Esta mujer -cada domingo - aunque no habìa sacerdote ( Todos habìan muerto martirizados por causa de su fe ) "celebraba" la muerte y la resurrecciòn de Jesùs. Cuando ella creìa que era tiempo de Cuaresma hacìa penitencia y dedicaba màs tiempo a la oraciòn.
Pasaron los años de persecuciòn y apareciò un sacerdote en aquella poblaciòn. Cuando se enterò de los grandes sufrimientos que Kim habìa padecido por causa de Jesùs, viviendo su fe con tanta valentìa y fortaleza, dijo en alta voz, derramando làgrimas de emociòn : " Desde que conocì a Kim, su valiente testimonio de fe, nunca me he desanimado por los pocos frutos de la evangelizaciòn. No dudo en absoluto que mis nuevos cristianos seràn fervorosos y valientes confesores de Jesùs y se animaràn a ser màrtires como Kim y su esposo "
Hoy, en todos los lugares del mundo, hay bautizados que son verdaderos màrtires. Màrtir significa, en su sentido propio, testigo. Quien vive lo que cree y lo que cree lo vive es verdadero màrtir, aunque no le golpeen o le maten.
Vivir con Jesùs es vivir contra corriente. Esta decisiòn, este compromiso con Jesùs, significa apuntarse para el martirio. Todos sabemos por experiencia que los que estàn en la oscuridad- por no tener a Jesùs- son verda deros perseguidores. Se burlan y desprecian a los que no piensan ni viven como ellos.
Esta situaciòn suele ser frecuente entre nuestros mismos familiares, quienes hacen comentarios muy mordaces, crìticas muy sutiles pero despectivas, queriendo que seamos como ellos y no seamos " fanàticos " porque nuestro fervor les inquieta y cuestiona.
Sufrir este martirio, dentro y fuera de nuestra casa, es màs duro y màs meritorio que si nos fusilaran o cortaran la cabeza por causa de Jesùs.
Este martirio cruento es, casi siempre, breve, pasajero, mientras que el martirio de cada dìa es màs largo, prolongado y, a veces, màs refinado.
Lo que de verdad importa es que todos, viendo la valentìa y fortaleza, de innumerables hermanos nuestros que se han mantenido fieles a Jesùs hasta el fin de su vida, nosotros imitemos su ejemplo. Que nos maten con sangre o sin ella, lo que de verdad vale es que - dìa tras dìa - todos, niños, jòvenes y adultos renovemos nuestra decisiòn de seguir a Jesùs, contra viento y marea, queriendo ser testigos suyos, convencidos y convincentes, sabiendo que nos espera una corona-recompensa que " ni el ojo viò ni el oido oyò y mente humana jamàs imaginò "

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