lunes, 22 de noviembre de 2010

¡ BIENHECHORES INVISIBLES !

          Sucediò hace unos años en Parìs, capital de Francia.
Un sacerdote visitaba a un enfermo muy grave, tanto en el cuerpo como en el alma. Aun sabiendo èl que su vida en este mundo se acababa, se resistìa a la gracia y no querìa, por nada, aceptar a Jesùs, rechazando su Amor y su perdòn. Viendo que los dìas pasaban y el enfermo seguìa cerrado, renuente a reconciliarse con Dios, el sacerdote intensificò sus oraciones. El Espìritu Santo le impulsò a buscar ¡ un bienhechor invisible ! : una enferma que era mujer de fe profunda. Sabìa que tan pronto ella supiera la situaciòn critìca del moribundo, se harìa cargo de ese enfermo y lo tomarìa como suyo. Asì fue. Se ofreciò ella como vìctima en favor de aquel enfermo, impenitente y duro de corazòn. Cuando el sacerdote volviò a visitar al enfermo descubriò, admirado y emocionado, que el enfermo le rogaba y le apremiaba a administrarle los sacramentos de la Reconciliaciòn, Sagrada Comuniòn y unciòn de los Enfermos. Se habìa ablandado, se habìa rendido al Amor de Jesùs. Tan pronto como se dejò amar y perdonar por Jesùs, cerrò los ojos a este mundo, cambiado, gozoso, lleno de paz y convencido de que marchaba al Cielo. La ofrenda de la enferma habìa conseguido el cambio y conversiòn de este hombre. Cuando el sacerdote fue a comunicar tan hermosa noticia a la " bienhechora invisible" le hicieron saber que ella habìa dejado de sufrir y habìa marchado al Cielo. Ella ofreciò su vida a Jesùs para que, su hermano enfermo y moribundo, no muriera para siempre. ¡Què amor tan grande y admirable !

La historia de la Iglesia, durante dos mil años, està llena de testimonios de hombres y mujeres, de niños y ancianos, que fueron grandes misioneros ¡ desde una cama que ellos convirtieron en un altar ! ofreciendo - con Jesùs - sus sufrimientos por la salvaciòn de todos los hombres, sobre todo, por los màs necesitados

Serà en el Cielo, cuando descubramos el nùmero de " bienhechores invisibles "( hombres, mujeres, niños, jòvenes, ancianos,unos conocidos y otros, la mayorìa, desconocidos) que, con su Amor, sus oraciones y sus sufrimientos, unidos a los de Jesùs, han hecho posible lo imposible: facilitar que los que vivìan en oscuridad y condenaciòn pudieran encontrar la Luz y la Salvaciòn. Pero, no sòlo eso. Tambièn han logrado la santificaciòn de muchos hombres y mujeres que vivìan descuidadamente su fe y lo que nos va a dejar eternamente sorprendidos es que cada uno de nosotros veremos, clara y perfectamente, que la Santìsima Trinidad nos ha colmado de toda clase de bendiciones, espirituales y celestiales, gracias a muchos " bienhechores invisibles " que nunca habìamos conocido anteriormente.
Este misterio de la Comuniòn de los Santos nos ha de hacer màs fervorosos seguidores de Jesùs, màs y mejores misioneros, ofreciendo siempre nuestras oraciones y sufrimientos por todos nuestros hermanos, los seres humanos, sobre todo, por los que màs necesitan de Jesùs, de su Amor y Salvaciòn.
Nuestro empeño - nos lo pide el Espìritu Santo - serà merecer el tìtulo de " bienhechores invisibles " con nuestra fe sòlida y verdadera, con nuestro amor, creciente y contagioso, con nuestra esperanza gozosa, orando sin cesar, ofreciendo nuestros trabajos y sufrimientos por nuestros hermanos del mundo entero.

Elevemos nuestro corazòn - cada dìa - al Cielo. Allì nos esperan nuestros " bienhechores invisibles " y serà cuando nos den a nosotros ese tìtulo que- gracias a Jesùs - hemos merecido y salgan a nuestro encuentro todos aquellos que se han beneficiado de nosotros ¡ bienhechores invisibles ! Serà, entonces, cuando nosotros seremos eterna y felizmente bienhechores, pero ¡ visibles ! veremos y gozaremos, nos veràn y gozaràn con nosotros.-

1 comentario:

  1. Me parece que este ejemplo para todos, especialmente para los que hacen su trabajo misionero con los enfermos puede ser muy valioso y mnotivador

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