En estos días los medios de
comunicación social han centrado su atención en un famoso barco, cuyo nombre
era " Virgen de la Merced "
Aunque había desaparecido en el fondo del mar hace ya muchos años, los
buscadores de tesoros pusieron especial empeño en sacar a flote el valioso
cargamento que en dicho barco se hallaba.
Fueron más de quinientas mil monedas
de oro y plata. Bien valía la pena todo sacrificio con tal de lograr tan
valioso e incalculable tesoro. Todos los camarógrafos, periodistas, escritores
dedicaron páginas y más páginas, con fotografías a todo color, sobre este
tesoro cuyo valor es tan fabuloso como admirable. No podía ser de otra manera.
Pero, una vez más, a todos esos comunicadores se les "escapó" un detalle.
Volcaron toda su atención en el tesoro, en el increíble rescate, olvidándose de
que, gracias al barco, pudieron lograr tan increíble tesoro. E, incluso,
se olvidaron de que el nombre del barco era un título mariano. No es de extrañar
que, para todos ellos, esos "detalles" carecen de toda importancia.
Sin embargo, para nosotros, creyentes en Jesús, tienen la máxima
actualidad.
¿Por qué? El Tesoro de los
tesoros que nosotros hemos recibido es Jesús. Y nos ha venido en la Virgen María. Cierto
y muy cierto que lo primero, lo principal y más valioso de nuestra vida es
la persona de Jesús. Pero, hemos de tener muy presente que la Virgen María ha sido
quien nos lo ha facilitado. Todo nuestro corazón, toda nuestra vida las
hemos de centrar en Jesucristo. Lo merece por ser Dios. Ha dado su vida
por todos y cada uno de nosotros. Nada ni nadie puede superarle ni
suplantarle. Sin embargo, ese amor ha de integrar siempre la persona
de María. Ella merece todo nuestro cariño y gratitud por habernos traído a Jesús.
Todo el amor que le manifestemos siempre será insuficiente. Nuestro enemigo, el
demonio, bajo el pretexto de que lo realmente valioso es Jesús, pretende marginar
y olvidar a la Virgen
María en las personas, quien - según él - opaca y hace sombra
a Cristo. Es triste y muy lamentable que no sólo cristianos evangélicos
sino hasta algunos católicos caen en esta trampa y engaño, sin
advertir que son víctimas del padre de la mentira. Bueno y muy bueno
aprovecharnos del Tesoro, pero sin olvidarnos del barco que nos lo traído.
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