martes, 24 de enero de 2012

AMAR A LA IGLESIA, HOY MÀS QUE NUNCA


Acabo de leer unas declaraciones, muy desafortunadas, de un muy conocido escritor, perteneciente a una congregación religiosa, quien se atreve a decir públicamente "Soy cristiano pero no católico. Tengo muchas reservas contra la iglesia católica" Con todo respeto, pero con total desacuerdo, quiero expresar que esas declaraciones tienen una falla básica muy grave. La verdad completa de nuestra fe, cristiana y católica es: Jesús y la Iglesia son inseparables.

 Pretender separar a Jesús de su Iglesia es rechazar la unión, misteriosa y maravillosa, de los dos. Es una verdadera decapitación. Jesús, la Cabeza, vive íntimamente unido con su Cuerpo, la Iglesia. El es el Esposo, Ella, la esposa. El ama apasionadamente a su esposa, la Iglesia. Jesús no sabe, no quiere vivir separado de Ella. El sabe mejor que nadie que su  Esposa tiene fallas muy serias, pecados y miserias, pero la ama con todo su amor y la santifica sin cesar. No justifica ni aprueba esa terrible situación, sino que utiliza esa grave realidad para cubrirla con su misericordia y conquistarla y enamorarla con mayor dedicación y entrega, intensificando su preocupación personal para llamarla a conversión y renovación continuas. Nunca jamás se aburre de Ella
sino todo lo contrario, se muestra orgulloso y feliz de que sea su Esposa y cada día la mima y santifica.

Esa ha de ser nuestra actitud personal hacia la Iglesia: amarla con el amor de Cristo, centrando toda nuestra preocupación en promover la santidad en nuestra vida personal. Esta ha sido la política de todos los santos: veían los fallos y vicios en la iglesia, pero ellos, en lugar de criticar o escandalizarse por todo ello, renovaban su decisión de ser más y mejores cristianos. Esa forma de pensar y actuar es válida también hoy. Amemos de corazón a la Iglesia, enamorados cada día más de Jesús. De esta forma lograremos 
inmensamente más, ya que agradaremos a Dios-Trinidad, seremos positivos y constructivos,  y conseguiremos que otros muchos se contagien de esa nuestra política. Y nos animaremos a rezar por todos los que se fijan demasiado en lo triste y lamentable de la Iglesia, pidiendo al Espíritu Santo que les abra los ojos y puedan ver, admirar e imitar la santidad de Jesús en su esposa, la Iglesia. Esta realidad es inmensamente más importante y lo que va a durar eternamente.-

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