miércoles, 23 de junio de 2010

Fulton Sheen, su felicidad, haber sido: SACERDOTE-MISIONERO

Permitanme que les haga una confidencia personal: desde mis años de seminario sentì una gran admiracion por Monseñor Fulton Sheen. Me gustaba leer sus libros: " La vida merece vivirse " (libros que difundìan las conferencias que trasmitìa, cada semana, por TV y que llegaban a tener hasta treinta millones de televidentes ) Su sencillez y simpatìa, su sòlida formaciòn pero, sobre todo, su profunda espiritualidad y espìritu misionero influyeron y marcaron mi vida, de manera que el afecto y admiraciòn que sentìa por èl fueron creciendo con los años.
Me emocionè y se me aguaron los ojos cuando leì dos informaciones sobre su vida, que no conocìa: una, que la Congregaciòn de los Santos habìa iniciado su proceso de canonizaciòn. Otra, que el Papa Juan Pablo II, en su visita a los Estados Unidos, lo abrazò en la catedral de San Patricio, en Nueva York, dicièndole pùblica y emocionadamente : " Has escrito y hablado bien de Nuestro Señor Jesucristo. Eres un hijo fiel de la iglesia "

Un elogio, breve pero muy hermoso y elocuente.
Pero, màs de uno podrà preguntarse : ¿ Quièn fue Mons. Fulton Sheen ?
Buena pregunta que bien merece una respuesta. Naciò en la ciudad de El Paso, en Ilinois, en Estados Unidos, en el año 1.885. Fue ordenado de sacerdote en 1.919. Fue un gran predicador y cualificado maestro de la fe catòlica. Durante 22 años difundiò por la televisiòn ( esta tècnica estaba en sus comienzos ) su famoso programa: " La Hora Catòlica ". Con su simpatìa y su experiencia personal de Dios, supo ganarse el corazòn y atenciòn de sus televidentes, quienes le seguìan con una atenciòn realmente impresionante.
Durante toda su vida se distinguiò por su profunda espiritualidad eucaristica ( cada dìa dedicaba una hora a Jesùs, al Santìsimo sacramento. Era una promesa que èl mismo habìa hecho, desde su ordenaciòn sacerdotal y que cumpliò hasta que falleciò ). Tambièn por su amor, filial y entrañable, a la santìsima Virgen Marìa, ademàs de un gran espìritu misionero, que èl cultivaba con es pecial esmero.
Todo ello fue la clave de su fecundidad sacerdotal. Muchos hombres y mujeres, incluso ateos, se entregaron a Jesùs, gracias a su fervor y celo sacerdotal.
Por su muy ìntima comuniòn con Jesus, por su amor apasionado por la Iglesia, por su empeño en ganar a todos para Cristo, la Iglesia le nombrò director nacional de las Obras Misionales Pontificias de Estados Unidos, servicio eclesial en el que èl dejò profunda huella, promoviendo una intensa y admirable animaciòn misionera.
La fama, los premios, las condecoraciones que èl consiguiò dàndose a todos, trabajando con amor y de forma desinteresada, los valoraba como algo muy secundario y de poca importancia.
Su mayor felicidad fue siempre ser sacerdote-misionero, entregado por completo al servicio de Jesùs y de su Iglesia, buscando siempre el bien y la salvaciòn de su hermanos, los hombres.

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