"Tenemos
un tesoro valiosísimo: la vida divina, la fe, la salvación. Es preciso
conocerlo para valorarlo y amarlo. Lo valoramos y amamos cuando lo vivimos, lo
agradecemos y compartimos" El que esto dijo fue un gran sabio. Estoy
totalmente de acuerdo con él. Desde muy niños hemos recibido la vida divina, la
fe y hemos entrado en el camino de la salvación. ¡Este es un tesoro que no
tiene comparación con todas las riquezas que podamos imaginar!
Dios con
ser Dios, no nos ha podido dar nada más grande, nada más valioso que: la vida
divina, la fe y la salvación. El día que veamos a Dios cara a cara,
comprenderemos - clara y perfectamente - que nosotros éramos los más ricos y
afortunados del mundo. Será entonces cuando reconoceremos que éramos
inmensamente ricos y privilegiados, pero que nos quedamos lejos, muy lejos de
aprovecharlos como Dios quería, conformándonos con tenerlos bien guardaditos,
protegidos si, pero sin sacarles el máximo provecho. Hoy más que nunca, los
creyentes en Jesús, somos impulsados por el Espíritu Santo a ser graduados en
la fe, conociéndola cada día más y mejor, profundizando sin cesar en ella,
dando gracias a DIOS-TRINIDAD - continua y gozosamente- por ese don y regalo
que toda la eternidad será insuficiente para agradecerlo como es debido,
buscando que Jesús crezca en cada uno de nosotros, para así poder compartir esa
fe-vida con cuantos más podamos y por todos los medios a nuestro alcance.
Todos
sabemos que necesitamos estar al día en nuestra profesión. Esta exigencia es
propia de los tiempos que vivimos. Es requisito para ser verdaderos
profesionales. Pero esto -con todo lo bueno y necesario que es-, tiene una
vigencia muy limitada. El día que cumplimos la edad de la jubilación se termina esa exigencia, ese requisito ya no
tiene valor. Y si los tiempos actuales nos piden especialización profesional y
actualización permanente ¿no habrá que decir otro tanto de nuestra fe que vale
inmensamente más y tiene mayor alcance e influencia decisiva no sólo para esta
vida sino para toda la eternidad?
Por
supuesto que cada bautizado ha de estar formado ¡a su nivel! No podemos pedir
lo mismo a un técnico que a un niño, a un campesino que a un universitario.
Cada uno de nosotros, por estar matriculados en la escuela de Jesús, estamos
llamados, comprometidos a conocer cada día más nuestra fe, convencidos de que
"nadie ama lo que no conoce" Por eso hemos de conocerla desde el
estudio, serio y continuo, de la
Biblia y del Catecismo de la Iglesia Católica , estando al día en lo que la Iglesia nos propone como
Madre y Maestra, convencidos de que es así cómo demostramos que sabemos valorar
el tesoro que hemos recibido, y nos gozaremos de sacarle el máximo provecho,
deseando ardientemente que todos
conozcan a Jesús, le amen con nosotros y sean inmensamente ricos como
nosotros.
¡Qué dicha
la nuestra, qué privilegio tan grande, pero también qué responsabilidad tan
enorme!
No podemos esperar a vernos en la presencia de Dios
para caer en la cuenta de que teníamos un tesoro tan increíblemente valioso, y
darnos cuenta de que no lo supimos aprovechar como él se merecía y por no
valorarlo como es debido no lo supimos compartir. Ahora es tiempo. Todo depende
de nuestra voluntad, la gracia divina no nos va a faltar.
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