martes, 1 de noviembre de 2011

MENSAJE-IMPACTO

"Estaba en la capilla - confiesa la Hna Silverina Motta - frente a un Cristo crucificado, quien me miraba con increíble amor al tiempo que me decía ¡directamente a mi!, señalando con su mano: Vayan al mundo entero, anuncien a todos la Mejor Noticia, el evangelio de la Felicidad y Salvación" Esa imagen, ese mensaje impactó del manera a la monja que no se lo pensó dos veces. Se fue al Africa, continente en el que vivió evangelizando durante cuarenta años.

Hoy, Jesús, nos mira a todos, a cada uno con infinito cariño. Quiere necesitar de nuestra pequeña buena voluntad: de nuestras manos y pies, de nuestro corazón y cualidades para seguir amando y salvando a toda la humanidad. No nos pide que dejemos nuestra casa, tampoco nuestro país. La inmensa mayoría de los bautizados no lo pueden hacer . Lo que nos pide es que salgamos de nuestros mismos, de nuestro rincón personal y nos abramos al mundo. Se trata de aprovecharnos al máximo de Jesús, de ser cada día presencia y prolongación suya, gozándonos  cada vez  más y más de su Amor, colaborando con El en que todos le conozcan y le amen. Es una misión que recibimos personalmente el día-Acontecimiento de nuestro bautismo. Fue Jesús en persona, quien pronunciando -con infinito cariño y emoción-
nuestro nombre, nos confió esa tarea, la más grande y hermosa de todas, la más importante y trascendental de todas: facilitar el que El pueda amar y salvar a todos.

Lo que le sucedió a la Hermana Silverina tocó profunda y decisivamente su corazón. A cada uno de nosotros, el Espíritu Santo es el que nos recuerda, suave y continuamente, que estamos comprometidos con la felicidad y salvación de todos y cada uno de los seres humanos. Cada día Jesús fija sus ojos en nuestra persona, solicitando que le ¡echemos una mano! porque "la cosecha es abundante y los obreros son pocos" Nos recuerda que somos responsables no sólo de nuestra salvación eterna sino también de la salvación de todos los seres humanos.

Si respondemos a esa su confianza colaborando en su obra salvadora,  es como demostramos que somos verdaderos seguidores de Jesús. Sólo cuando vivimos unidos a El y valoramos de verdad el tesoro de nuestra fe es cuando comprendemos la importancia y urgencia de compartir con todos el amor y la salvación que hemos recibido, por pura gracia y sin ningún mérito por parte nuestra,
Podemos conocer cómo está nuestra salud espiritual, analizando cuánto valoramos la misión que Jesús nos quiso confiar. Es verdad que nuestra fe es vida de amor, pero la fe y el amor necesitan ser compartidas. Una fe, un amor puramente personales no son fe ni amor cristianos. Cuanto más fe y amor hay dentro de nosotros, más poderosamente sentimos la necesidad de abrirnos a todos, queriendo que todos se beneficien de esa nuestra fe, de ese nuestro amor.

La misión que Jesús nos ha confiado nos pone en evidencia: si somos o no verdaderos discípulos suyos.
Nuestro corazón, nuestra vida personal como creyentes han de ser ¡católicos!
Todos: niños, jóvenes, adultos, ancianos tenemos que vivir en estado de misión, abiertos a todos, rezando por todos, amando a todos, queriendo que TODOS conozcan a Jesús y sean felices, sean salvados por El.
Jesús cuenta con cada uno de nosotros. Nuestro mayor gozo será siempre responder a esa su confianza, poniendo alma, corazón y vida en El, trabajando con El para que su preciosa Sangre, su Muerte beneficie a todos: a los de cerca y a los de lejos. Dichosos nosotros si, día tras día, ponemos nuestro granito de arena en esa Obra, la más grande y trascendental de todas. -Ser cristiano-católico consiste en vivir con y desde Jesús, queriendo que todos conozcan la Verdad y sean salvados por El.

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