Damián Aspinall es un apasionado conservacionista. Un buen día compró un gorila-bebé. Le puso por nombre: Kwibi. Durante cinco años lo tuvo a su cuidado, alimentándole con especial esmero, convencido de que tenía que llevarlo a la selva, su habitat natural. Damián, tenía en Africa occidental un territorio dedicado a conservar animales, por lo que tan pronto pudo hizo realidad ese deseo suyo.
Se volvió a Inglaterra y siguió pensando en su gorila. A los cinco años, quiso buscar a su "mascota" la que él había alimentado y cuidado. No las tenía todas consigo. El gorila con diez años de edad y tras cinco sin haberle visto ¿Aparecería? ¿Lo reconocería? ¿Estaría agresivo?
El inglés se animó a intentar el encuentro, sabiendo que no sería fácil. Recorrió varias veces el río con su pequeño barco, gritando una y otra vez: " Kwibi, ven "
Lo que parecía imposible se hizo realidad. El gorila apareció en la orilla y cuando vió que Damián aparecía delante de él, el encuentro fue increíble. Así lo expresa el mismo protagonista "Me miró a los ojos con tanta intensidad y tal amor que fue una experiencia indescriptible. Nos sentamos juntos y me abrazó como a un amigo de muchos años que creía perdido. Fue hermoso"
El gorila estaba tan contento con Damián que hasta le trajo a su "esposa" para que la pudiera conocer. A la hora de la despedida, no quería separarse de su bienhechor. No le quería soltar. Cuando el barco inició el camino de regreso, el gorila seguía mirando hasta que se perdió en el horizonte, internándose en la selva.
Un extraño y sorprendente caso de vinculación amistosa: un ser humano y un gorila. Damián tomó a ese gorila como algo suyo, mientras que el animal supo responder valorando la dedicación y los cuidados que recibía.
La distancia, el tiempo que transcurrió sin verse eran motivo para que uno y otro se olvidaran, pero no fue así. Damián quiso comprobar por si mismo cuál sería la reacción del gorila hacia él, si es que lo podía localizar. Estaba convencido de que eso era algo muy improbable y casi imposible, pero lo intentó. Su curiosidad era más fuerte que sus cálculos. Con gran admiración y sorpresa por parte suya lo pudo lograr, viviendo una experiencia increíble que nunca más podría olvidar.
Si aplicamos - con todas las diferencias, muchas y grandes - esta historia a Dios y a cada uno de nosotros, tendríamos que reconocer que este gorila nos da ¡toda una lección! Siendo animal irracional y salvaje, es ejemplo de amistad, aprecio y agradecimiento.
Todos y cada uno de nosotros somos inmensamente amados, bendecidos, mimados por Dios. Todo le ha parecido poco a la hora de manifestarnos su generosidad. Tendríamos que vivir tan unidos, fascinados, enamorados de Dios que toda nuestra vida debería una sinfonía de amor apasionado y agradecido, tan rebosantes de felicidad que se lo tendríamos que decir a todos, contagiándoles de nuestro amor y gratitud.
El gorila, cuando encontró a Damián, se abrazó a él, sin querer separarse de él. ¿Nosotros, al encontrarse Dios cada día con cada uno, le abrazamos con amor, gozo y gratitud?