jueves, 13 de octubre de 2011

SALVO A 40.000 PERSONAS

En los horrores de la guerra mundial, hubo hombres y mujeres que, callada pero admirablemente, dieron testimonio elocuente de amor y generosidad. Unos son muy famosos, pero la mayoría se fueron de este mundo sin que nadie pudiera valorar ni publicar su entrega y dedicación en favor de su prójimo. Entre ellos, merece un puesto muy especial José Arturo Castellanos. Este hombre nació en la república centroamericana: San Salvador. Fue representante diplomático de su gobierno en varias naciones europeas, situación que aprovechó para salvar a cuantos más pudo, facilitando salvoconductos a todos los judíos que querían escapar de la furia mortal de los nazis. Se calcula que él salvó a cuarenta mil personas. Admirable generosidad y valentía. Cuando terminó su misión diplomática, se retiró y murió pobre y desconocido.
Este ejemplo de amor es realmente impresionante, digno de aplauso y merecedor de que se divulgue y todos queramos aprender de él: a pensar más en los demás que en nosotros mismos, sobre todo, cuando vemos la necesidad y situación de abandono o desamparo de las personas que sufren. Pero, este y otros ejemplos semejantes nos han de impulsar a fijar los ojos, el corazón, todo nuestro ser ¡en Jesús!, quien siendo Dios quiso dar la vida por todos los hombres de todos los tiempos. Salvar la vida temporal es algo grandioso y merecedor de todo nuestro reconocimiento, pero salvar la vida que dura para siempre no tiene ni punto de comparación. Si nos detuviéramos a reflexionar lo que Jesús hizo por todos y cada uno de nosotros, quedaríamos mudos de asombro, nos moriríamos de pura felicidad y, lo que es mejor de todo: nos enamoraríamos de El, aprovechándonos al máximo de su Amor, y toda la eternidad nos parecería insuficiente para valorarlo y agradecerlo.
Nos puede parecer que ya lo sabemos ¡Lo hemos oído incontables veces! pero Jesús, muerto y resucitado por nosotros, nunca lo sabremos bastante. Es la Verdad que cuanto más la personalizamos y profundizamos, tanto más nos apasiona y enriquece. Merece que la meditemos sin cesar, que la aprovechemos cuanto más podamos y la compartamos  a todos, por todos los medios a nuestro alcance.
Esta es la Verdad que transforma los corazones y logra efectos increíbles.
Dos mil años lo confirman.-

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