martes, 18 de octubre de 2011

UNA HISTORIA QUE NOS HACE PENSAR

En una playa un grupo de personas estaban dando gritos, pidiendo auxilio. El motivo era que una niña se estaba ahogando. Casualmente pasaba por allí un jovencito que, al oír los gritos, no lo pensó dos veces. Se quitó los zapatos y se lanzó al agua para salvar la vida de la niña. Tras duros esfuerzos logró lo que se proponía. Sacó a la niña a la orilla y después de hacerle la respiración, boca a boca, viendo que estaba respirando normalmente, tomó los zapatos y se desapareció entre la gente.

Ni siquiera prestó atención a los aplausos cerrados que le dieron los bañistas cuando vieron a la niña, sana y salva.  Pasaron algunos años y un buen día, el joven se puso a hablar con una muchacha. Ninguno de los dos  sabía nada del otro. Se encontraron sin buscarse. Fue un encuentro humanamente casual, sin imaginar siquiera que sus vidas se iban a unir para siempre. Empezaron a hablar intercambiándose datos personales. 

La muchacha le hizo saber al joven que, cuando niña, estuvo a punto de morir ahogada en una playa. Ese dato impactó de tal manera a muchacho que le faltó tiempo para preguntarle en qué año y playa sucedió tan gran peligro. La respuesta fue tan concreta y detallada que el joven abrazó afectuosamente a la muchacha, haciéndole saber que él fue quien la sacó del agua, librándola de una muerte segura. Los dos lloraron de pura emoción, siguieron siendo muy amigos hasta que llegó el momento de su noviazgo y feliz matrimonio.

Esta historia real es imagen, limitada pero muy elocuente, de lo que hizo Jesús con cada uno de nosotros. Estábamos condenados, irremisiblemente perdidos, sin salvación posible. El, impulsado por el inmenso amor que nos tiene, se lanzó decididamente a la muerte. Jesús murió y nosotros fuimos salvados. Tomó sobre si nuestra muerte y nos dio su Vida. Fue un intercambio, expresión rotunda de amor. Era tan grande e inabarcable ese su Amor hacia nosotros que hizo lo impensable e increíble ¡Se casó con nosotros! De esta forma, El y nosotros estaríamos unidos para toda la eternidad. ¿Cabe mayor felicidad?

¿No es todo esto motivo más que suficiente para vivir cada día más enamorados y agradecidos con Jesús y renovar cada día nuestra decisión de trabajar para que todos le conozcan y le amen?   

No hay comentarios:

Publicar un comentario