miércoles, 15 de junio de 2011

UNA MISTERIOSA Y MARAVILLOSA REALIDAD

Cuando rezamos el Credo proclamamos una verdad, maravillosa y misteriosa: " Creo en la comuniòn de los Santos "

Es muy posible que nuestro corazòn no vibre, no se acelere ni salte de gozo al declarar, pùblicamente y rotundamente, que todos estamos unidos en Cristo, los que estàn en el Cielo viendo a Dios, cara a cara, y nosotros los que todavìa estamos camino hacia el Cielo. Unos y otros, mutuamente,nos inter-comunicamos. Los que estàn en el Cielo influyen decisiva y continuamente en nosotros, que estamos en este mundo. Nosotros, desde el Amor y la Fe, vivimos en comuniòn, afectiva y efectiva, con los que estàn en el Cielo.

Esa comuniòn, esa inter-comunicaciòn, aunque no la veamos ni la sintamos con nuestros sentidos, es màs real que nuestra propia humanidad, corporal y visible.

Esta comuniòn, esta inter-comunicaciòn es tan profunda y enriquecedora que desborda toda nuestra imaginaciòn.

Es inimaginable, imposible de entender y menos de poderla abarcar. Es el misterio del Amor de Jesùs hacia nosotros que es el que hace posible que su santidad, la fuerza de su Amor pase de El hacia todos y cada uno de nosotros, ya que los que estàn en el Cielo y los que estamos todavìa en este mundo, somos su Cuerpo. Ellos nos dan, nosotros recibimos. Y recibimos para dar y compartir. Todos queda mos enriquecidos y santificados.

Esa influencia, santificante y bienhechora, es misteriosa y maravillosa. ¡Ah, si la vièramos, si la experimentàsemos como la ven y experimentan nuestros herma nos en el Cielo, nos morirìamos de pura felicidad !

El Dìa de la Verdad, cuando estemos en el Cielo y veamosa Dios, cara a cara, comprenderemos la riqueza que hemos recibido de infinidad de santos, unos conocidos y la inmensa mayorìa desconocidos. Ellos nos han sostenido, alimentado, fortalecido y consolado - con y desde Jesùs - facilitàndonos el crecimiento espiritual, la vida divina en cada uno de nosotros. Esta actividad la realizan continua e ininterrumpidamente, de dìa y de noche.

¿Para què influyen tanto y tan poderosamente nuestros hermanos del Cielo ? Para que cada uno de nosotros nos aprovechemos al màximo de Jesùs, disfrutemos todo lo màs que podamos de su Amor y tambièn nosotros, creciendo cada dìa en fe y santidad, influyamos entre nosotros, pero sin esa multitud, incontable y creciente, de hombres y mujeresque todavìa no conocen ni aman a Jesùs. Esa influencia nuestra ha de ser activa y efectiva: con el testimonio de nuestra vida, con la oraciòn, con nuestro empeño de evangelizar " a tiempo y a destiempo " utilizando para ello todos los medios a nuestro alcance.

Jesùs, nuestra Cabeza, santifica, llena de vida a todo su Cuerpo: a sus miembros que estàn en el Cielo, a los que estamos peregrinando por este mundo y, por medio nuestro, a todos nuestros hermanos en la Fe. a todos los hom bres y mujeres del mundo, a quienes El quiere que sean tambièn miembros suyos y se beneficien de su Amor y salvaciòn. Todos, niños y ancianos, sanos y enfermos, hemos de asumir - con gozo y entusiasmo -esa misiòn que Jesùs nos encomienda a cada uno. Nuestro mayor gozo ha de ser facilitar a Jesùs para que consiga lo que El tanto desea y tan ardientemente quiere : que " todos conozcan la Verdad y se salven ".-

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