miércoles, 27 de abril de 2011

¡¡¡ MURIO... POR MI !!!

Sucediò en Chipre, isla del Meditarràneo. Un turista entrò en una tienda para adquirir unos productos que èl necesitaba. El dueño del establecimiento, viendo la alegrìa y buen humor de su cliente, le preguntò "si èl era cristiano". La respuestà no se hizo esperar: "Lo soy y me siento muy gozoso y agradecido de ese don" ¿ Por què ? - preguntò asombrado el dueño de la tienda -. El creyente en Jesùs respondiò : "Porque ¡ El muriò por mi !"
Tras unos momentos de silencio, el propietario dijo, con rostro sorprendido y apenado: "¡ Nunca, nadie, me hizo saber esa increible realidad! "

Esta conversaciòn es reciente. La difunde el mismo protagonista. Que, hoy, en la època de los satèlites, de los aparatos asombrosos de comunicaciòn que tenemos a nuestro alcance, todavìa haya personas que no conozcan a Jesùs, que no sepan que El es Dios-Amor, que nos ama hasta el extremo de dar su vida por todos, por cada uno de nosotros, nos ha de impactar de tal manera que ha de impulsar a orar - intensa y continuamente -, a evangelizar con màs pasiòn y alegrìa, sobre todo, con el testimonio- elocuente y convincente - de nuestra vida personal.
Cada dìa, todos los dìas ¡ continuamente ! tendrìamos que meditar, rumiar, la gran y fascinante verdad de nuestra vida: Jesùs, siendo Dios, me ama tan en serio que ha muerto ¡ por mi !
Si personalizamos ese Amor, si nos aficionamos a entrar en ese Misterio que es Jesùs, con y desde la ofrenda de si mismo en la Cruz, el Espìritu Santo nos harà magnìficos instrumentos suyos y la evangelizaciòn serà para cada uno de nosotros: una tarea tan gozosa como apasionante, advirtiendo - asombrados y emocionados - que cuanto màs compartimos la MEJOR NOTICIA, tanto màs crece nuestra fe, màs aumenta nuestro amor y màs gozamos de Jesùs.

El caso, triste y penoso, del protagonista de nuestra historia ( el vendedor chipriota ) es, hoy, màs frecuente de lo que podamos imaginar. Aunque parezca exagerado, a nuestro alrededor, hay un buen nùmero de bautizados que ignoran, que no se han detenido a pensar hasta dònde nos ama Jesùs. Esa realidad, terrible y grave, nos compromete a todos: pastores y laicos, (niños, jòvenes, adultos y ancianos, sanos y enfermos ) a evangelizar, a ser cada dìa màs santos, a anunciar, por todos los medios, a Jesùs, muerto y resucitado. Veremos maravillas, cambios de vida, milagros que nunca hubièramos imaginado.

A ejemplo de San Pablo, todos tenemos que decir: con la boca, con el corazòn y con la vida  ¡Ay de mì, si no soy evangelizador!
Si Jesùs nos confiò ¡ personalmente ! la tarea, sublime y apasionante, de evangelizar "a tiempo y a destiempo" y lo hizo en el momento-cumbre de nuestra vida  ¡el Dìa de nuestro bautismo! ¿podremos fallarle, defraudar esa tremenda confianza que El depositò en cada uno de nosotros?

No hay comentarios:

Publicar un comentario