viernes, 7 de mayo de 2010

COMPARTIENDO UNA EXPERIENCIA PERSONAL

Cada vez que veo a los budistas y a los musulmanes en actitud de profunda adoración delante de Dios, llenos de fervor y tremendo respeto, sumergidos por completo en su oración con El, una idea me viene a la mente: si estas personas son tan admirables en la práctica de su religión, sin conocer ¡ todavía ! al Dios, vivo y verdadero ¿qué no harían, hasta dónde no se elevarían, espiritualmente hablando, qué grandes santos no serían, si conocieran y amaran a Jesús?


Este espectáculo, impresionante y digno de ser tomado muy en cuenta, en el que contemplamos a los budistas y musulmanes tan devotos y concentrados en la oración y culto ¡ ellos están buscando a Dios, con sinceridad, con todo su corazón, aun sin conocerle ! no es, ni puede ser, un cuadro humano más, conformándonos con admirarlo para que, al poco tiempo, olvidemos.

Para nosotros, los que creemos en Jesús, es una llamada personal que nos hace el Espíritu Santo, apremiándonos a : valorar - cada día más - el tesoro más fabuloso, el más grande y valioso de todos que Dios nos pueda dar: nuestra Fe cristiana y católica, que nos facilita el que podamos vivir la misma vida de Dios, tener una experiencia personal de El ; a ser personas de oración, profundizando sin cesar en el conocimiento-vivencia de las Tres Divinas Personas, meditando -dia a dia - la Palabra de Dios, frecuentando los sacramentos, creciendo en Amor y sensibilidad hacia nuestro prójimo.

Hemos recibido la Fe para agradecerla continuamente y compartirla " a tiempo y a destiempo " con todos los que más podamos, convencidos de que la Luz y la Salvación que hemos recibido es Vida que es preciso compartir con todos, porque " la merecemos, contagiando a todos de Jesús"

Nos conviene, nos hace inmenso bien a todos los bautizados, tomar cada día mayor conciencia de que si somos los preferidos, los más allegados a Dios, los más priviliegiados, los mimados de Dios-Trinidad, tenemos la exigencia de vivir sumergidos en el Corazón de la Santísima Trinidad, en comunión íntima y sabrosa con cada una de las Tres Divinas Personas, para que de esta forma, siendo hombres y mujeres de Dios, no sólo nos aprovechemos cada día más y más de Dios y disfrutemos intensamente de su Amor sino que lleguemos a ser la presencia y prolongación de Jesús, allí donde viva-mos o trabajemos, anhelando, trabajando para que todos le conozcan y le amen.

No puede ser, ni por imaginación, que nosotros: hijos muy queridos de Dios, miembros de Cristo y templos vivientes del Espíritu Santo, nos quedemos a la zaga, detrás de los budistas y musulmanes, en lo que se refiere al fervor y dedicación personal a Dios.

Si ellos son tan animosos, fervorosos buscadores de Dios ¿ nosotros no hemos de emularlos y superarlos, convencidos de que Amor con Amor se paga, convencidos de que si Dios ha sido tan super-generoso y espléndido con cada uno de nosotros, es para que seamos los más fervorosos y agradecidos de todos, y con nuestro ejemplo ellos lleguen a conocer y amar a Quien todavía buscan, a tientas ?

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