lunes, 17 de mayo de 2010

UN CORAZON TAN GRANDE COMO EL MUNDO

Leì, en una ocasiòn, que un sacerdote celebraba la Eucaristìa en un altar cubierto con un mantel en el que aparecìa un globo terràqueo, muy vistoso, con un corazòn muy grande. Cuando alguien le preguntaba el por què de ese globo con el dibujo del corazòn, respondìa muy gozoso: " Soy sacerdote de todos y para todos. Necesito vivir la Eucaristìa recordando siempre que mi corazòn tiene que ser tan grande como el mundo "

Este sacerdote decìa una gran verdad. Vivìa lo que la Iglesia proclama y enseña. El testimonio de este sacerdote nos recuerda a todos los bautizados que, por formar parte de Jesùs, por ser miembros de la Iglesia que El fundò, nuestro corazòn ha de ser tan grande como el mundo.
No se trata, claro està, de que pretendamos que nuestro corazòn tenga el volumen, la extensiòn del globo terràqueo. Esa interpretaciòn serìa descabellada e imposible.
Nuestra fe es catòlica y, como tal, necesita abrirse, proyectarse hasta los confines de la tierra.
Nuestro corazòn catòlico ha de latir con el Amor de Cristo, sincronizado con el de El, queriendo abarcar a todos los hombres, sobre todo, a los que todavìa no le conocen ni le aman.
Nos conviene, nos hace mucho bien a todos, recordar siempre que, desde el Dìa-Acontecimiento, de nuestro bautismo, Papà-Dios no sòlo nos hizo nacer como verdaderos hijos suyos, sino que nos diò un corazòn nuevo, un corazòn capaz de amar a todos, dotado, preparado para compartir la Vida, la Luz, la Salvaciòn con todos, con los de cerca y con los de lejos, conocidos y desconocidos.
Si el sacerdote, en virtud del sacramento del Orden, es ministro de Jesùs para todos, cada bautizado ha de vivir consciente de que su vida y su corazòn tienen que ser catòlicos, compartiendo con todos el tesoro de la Fe.
Cada dìa, todos los dìas ¡ continuamente ! el Espìritu Santo nos recuerda y nos pide a cada bautizado, niño, joven, adulto o anciano, vivir nuestra fe en clave misionera, al tiempo que nos llena el corazòn de su Amor, impulsàndonos a : orar, sin cesar, por la salvaciòn de todos; a ofrecer - desde el ini-cio del dìa - nuestro trabajo, nuestras obras y, en especial, todos nuestros sufrimientos; todo ello, unido con el sacrificio de Jesùs en la cruz, asumiendo, haciendo nuestro, el anhelo de la Santìsima Trinidad, el màs sublime e importante de todos, como es el que " todos conozcan al Dios, ùnico y verdadero y a Jesucristo, su Enviado "
Todos los santos, hombres y mujeres, han sido siempre personas " que han conocido el Amor de Dios y han creido en èl " de tal manera que su corazòn latìa en sintonìa con el mundo entero, deseando ardientemente que todos conocieran a Jesùs y se aprovecharan de su Amor y Salvaciòn.
Y aunque sus pies nunca salieran de su paìs o de su convento ( recordemos a Santa Teresita del Niño Jesùs, que nunca saliò de su convento, pero tenìa tal espìritu misionero, que la Iglesia la ha proclamado patrona de las Misiones) su corazòn se abrìa al mundo, queriendo abarcar a todos, deseando contagiar a todos de su Amor y de su Fe.
Nuestra felicidad serà siempre sabernos amados por Papà-Dios, vivir con Jesùs, estar habitados por el Espìritu Santo, agradeciendo continua y gozosamente esta categorìa divina, orando, trabajando - con Jesùs - para que todos, los de cerca y los de lejos, tengan el mismo Tesoro que tenemos nosotros. Es asì, como nuestro corazòn es tan grande como el mundo.-

1 comentario:

  1. Doy gracias a Dios por tener pastores de almas como Ud. padre J. Luis, al leer este artículo me siento trasladada a sus ricas y particulares homilias, cuando habla de Papá Dios hace sentir que su amor por mí que soy su hija es todo cuanto necesito. Dios le bendiga y guarde por siempre...

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