Un predicador reuniò -en el estadio màs grande la ciudad - varios miles de oyentes. Varias semanas antes del evento se repartieron, por calles y plazas, unos volantes en los que ademàs de la fecha, hora y lugar de la reuniòn, se rogaba a los participantes a aquel encuentro que: trajeran el corazòn, abierto y receptivo, y una caja de fòsforos en el bolsillo.
El hombre de Dios que iba a dirigir aquel encuentro de oraciòn, se habìa puesto de acuerdo con el tècnico responsable de la iluminaciòn para que, cuando èl se lo indicara, apagase todas las luces del estadio; momento que el predicador aprovecharìa para trasmitir, visualmente, su mensaje a todos los reunidos en aquel recinto.
Cuando las luces se apagaron, el predicador rogò a todos los reunidos en el estadio que sacaran su caja de fòsforos y encendieran su lucecita. El esta dio que estaba completamente oscuro, al encender miles de fòsforos se llenò de luz. Un resplandor, grande y admirable, se produjo en todo el estadio. Todos quedaron asombrados y aplaudieron, llenos de alegrìa.
Fue entonces cuando el predicador dijò: "Nuestro mundo està lleno de oscuridad, pero cada bautizado tiene que ser una lucecita de Cristo. Asì, si Jesùs brilla en cada uno de nosotros, la Luz de Dios es màs fuerte que la oscuridad y la noche. ¡ Què misiòn tan necesaria y apasionante !
Hoy, nuestro mundo està lleno de oscuridades y pareciera que estuviera en noche permanente. Nosotros, que somos la presencia y la prolongaciòn de Jesùs, allì donde vivimos y trabajamos, no podemos olvidarnos que Jesùs es la Luz y nosotros hemos de hacerla visible y activa ¿Còmo? Viviendo cada dìa màs unidos a Jesùs, dejando que su Luz ilumine en nuestra vida y por medio nuestro ilumine a cuantos viven o se relacionan con nosotros.
Conocedores de la realidad: hay mucha oscuridad, el poder del pecado pareciera que es incontenible, cada uno de nosotros nos hemos de enamorar de Jesùs, llenarnos de su Luz y pedirle al Espìritu Santo que nos tome como instrumentos suyos, decididos - cada dìa - a ser pequeñas lucecitas que facilitemos que Jesùs ilumine a todos.
Lo nuestro es irradiar la luz de Jesùs, siendo reflectores suyos, iluminando a todos con una vida, sencilla y agradable a Dios, llenos de amor y alegrìa.
Bajo ningùn motivo, podemos permitirnos lamentarnos o quejarnos por la existencia de la oscuridad. Nuestro programa de vida, el que nos pide y recomienda el Espìritu Santo, es el de aferrarnos cada dìa màs a Jesùs, hacer nuestra su Luz y difundirla a todos, sobre todo, con el testimonio personal de fe y de amor.
Recordemos siempre el proverbio chino: " Màs vale encender un fòsforo en la noche que estar renegando de la oscuridad, toda la noche "
Aunque nos parezca pequeña o insignificante nuestra lucecita, Jesùs la va lora y la necesita. Todas las lucecitas, aun siendo pequeñas, reflejando la Luz de Cristo, son tan poderosas que vencen a la oscuridad, por muy grande o negra que sea.
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