martes, 22 de marzo de 2011

¡LA MEJOR Y MAS ELOCUENTE PREDICACION!

Una mujer joven me hacìa esta confidencia personal. Ella trabajaba de recepcionista en una clìnica. Porque valoraba de verdad su fe, porque querìa ser testimonio de Jesùs, todo su empeño era : reflejar a Jesùs, en su vida, en su trabajo. Todos, desde el director de la clìnica, los empleados hasta los pacientes y visitantes de aquel centro mèdico, se preguntaban, admirados: ¿"Què tiene de especial esta muchacha que nos deja admirados y nos impulsa a preguntarnos por què ella vive asì? "
Cuando ella oìa estos comentarios, sonreìa, daba gracias a Dios, renovando su compromiso de vivir y trabajar con amor y alegrìa, con toda dedicaciòn y responsabilidad.
Todos y cada uno de nosotros, movidos por el Espìritu Santo, nos hemos de gozar, cada dìa, todos los dìas, de sabernos:¡ Presencia y prolongaciòn de Jesùs, allì donde vivimos y trabajamos !
Viviendo lo que somos : manos, brazos, pies, boca y, sobre todo, corazòn de Cristo, es como somos excelentes predicadores, verdaderos y elocuentes evangelizadores.
La mejor predicaciòn, la màs elocuente y convincente es, ¡ no nos quepa la menor duda !, nuestra vida, nuestro comportamiento personal.
Nos lo asegura Jesùs, nos lo declara la Iglesia, lo certifican todos y cada uno de los santos.
Si vivimos conquistados, enamorados por Jesùs, somos los evangelizadores màs eficaces, aunque estemos en una cama y no podamos salir de nuestra casa. Si, por el contrario, predicamos en la televisiòn, en programas de radio, en artìculos de prensa, en campañas evangelìsticas, viajando por todas las ciudades del mundo, pero no estamos llenos de Jesùs, no vivimos enamorados de El, seremos campa nas que hacen mucho ruido, sembradores de palabras, promotores de ideas, pero nada màs.
Nuestro muy querido Juan Pablo II lo decìa y lo repetìa sin cesar: " La mejor manera de evangelizar es la propia santidad "
Es verdad - nadie lo puede negar - que hoy necesitamos hacer campañas de evangelizaciòn, en pueblos, ciudades, en la Universidad, en las escuelas, en las calles y plazas, utilizando todos los medios tècnicos a nuestro alcance, pero nuestra prioridad ha de ser: ¡ la santidad personal ! Si todos y cada bautizado nos propusièramos cultivar y promover nuestra uniòn, ìntima y gozosa, con Jesùs, no sòlo serìamos verdaderos evangelizadores sino que serìamos los màs fervientes y entusiastas promotores de evangelizaciòn, a todos los niveles. El Espìritu Santo harìa verdaderas e increibles maravillas. Podemos estar completamente seguros de ello. Para comprobarlo, renovemos cada dìa nuestra decisiòn de ser, vivir enamorados de Jesùs.-

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