Sucediò en un pueblo africano. El paìs estaba en guerra civil. Los rebeldes, enemigos del gobierno,entraban a los pueblos y aldeas, y todo lo que encontraban, lo destruìan y quemaban.
En la Iglesia parroquial, habìa un Cristo crucificado, tamaño natural. Los feligreses lo habìan colocado en el centro del altar. Presidìa la Iglesia, pero, sobre todo, la vida de aquellos hombres y mujeres, que creìan en El y lo amaban como Señor y el Amor de su vida.
Los rebeldes, llenos de furor, heridos por dentro, quisieron ensañarse con aquel pueblo creyente, y para lograr su diabòlico propòsito, decidieron romper los brazos y piernas de Cristo crucificado: lo que no hicieron los enemigos de Cristo en el Calvario ¡ Lo hicieron los rebeldes de turno, quizà drogados, con toda seguridad, cegados por su rabia e ignorancia !
Cuando regresaron los habitantes de aquel pueblo y vieron - con dolor y horror - còmo habìan mutilado tan salvajemente a Cristo, rezaron por los que habìan cometido aquella profanaciòn y ofensa a Dios, para que les perdonara lo que habìan cometido y les diera la posibilidad de cambiar su vida.
Tras una reuniòn de la comunidad parroquial, todos, ¡ por unanimidad ! decidieron no restaurar la imagen de Cristo, dejarla tal como la habìan encontrado: sin brazos, sin pies, pero,colocando un cartel, con letras grandes y muy visibles : ¡Ahora, USTEDES, son mis brazos y mis pies!
Esta comunidad de creyentes, estaba muy bien evangelizada. Habìan aprendido, muy bien, que, desde el momento en que recibimos la Vida de Dios y nacemos como hijos de Dios en el bautismo, formamos parte, somos miembros de Jesùs y somos ¡oh, misterio de Amor! " presencia y prolongaciòn de Jesùs, allì donde vivimos y trabajamos "
Aquellos catòlicos africanos, no inventaban nada nuevo. Simplemente, ponìan de relieve esa realidad, misteriosa y maravillosa, que nos declara Dios mismo, que aparece en la Biblia. Como referencia podemos señalar: Rom. 12,4 y ss; Ef 5,23 y ss; I Cor 12,12 y ss; Gal 3,28. Los catòlicos africanos , al colocar ese cartel, al pensar como pensaban, ponìan en evidencia que Jesùs y nosotros, los bautizados, formamos un solo y ùnico Jesùs. ¡Què maravilla! Como para volvernos locos de felicidad y agradecimiento.
Nos recordaban que podemos - y debemos - ser, dìa a dìa, los pìes y los brazos de Jesùs, hacièndole presente, trabajando para que todos le conozcan y le amen ¿ Cabe mayor honor y categorìa ?
El poeta Mario Pomilio lo expresa asì :
" Cristo ya no tiene manos, / tiene solamente nuestras ma-nos/ para hacer hoy sus obras.
Cristo ya no tiene pies,/ tiene solamente nuestros pies/ para ir hacia los hombres.
Cristo ya no tiene voz,/ solamente tiene nuestra boca..."
Ante ese Amor tan personal e inabarcable, ¿no responderemos con entusiasmo, con todo el corazòn, animàndonos cada dìa a ser los brazos, los pies y la boca de Cristo?
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